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Personajes destacados

Gauderic de Soler

Perpiñán, 1390Valencia, 1463
Soler, Gauderic

Micer Gauderic de Soler (Perpiñán, c. 1390 – Valencia, 1463), «lo canonge ver», en ex­pre­sión de Jau­me Roig, ha­bía na­ci­do en Per­pi­ñán en torno a la dé­ca­da de los 90 del si­glo XIV, ra­zón por la cual, en su tes­ta­men­to de 1463, el mis­mo año en que mu­rió, se in­ti­tu­la sep­tua­ge­na­rio, edad a la que hace tam­bién re­fe­ren­cia in­di­rec­ta cuan­do la par­ti­ci­pa­ción en su en­tie­rro de la co­fra­día de la Seo, “de la que so confrare pus de XXXX anys”. En 1413 apa­re­ce ya como in de­cre­tis li­cen­cia­tus, tí­tu­lo que man­tie­ne en 1433, aun­que des­pués pa­sa­rá a in­ti­tu­lar­se doc­tor en de­cre­tos. Co­no­ce­mos las fe­chas en las que re­ci­bió las su­ce­si­vas ór­de­nes en Va­len­cia: sub­dia­co­na­do en 22 de abril de 1413, dia­co­na­do el 23 de sep­tiem­bre del mis­mo año, y la or­de­na­ción sa­cer­do­tal, seis años des­pués, el 15 de abril de 1419. Aun­que Vi­cen­te Grau­lle­ra lo do­cu­men­ta en 1414 como rec­tor de Cas­ta­lla y pro­cu­ra­dor de Hug de Llu­pià, obis­po de Va­len­cia, no está cla­ro que fue­ra pá­rro­co de esta igle­sia has­ta el 30 de enero de 1425, rec­to­ría que man­ten­drá has­ta su muer­te.

Lle­gó a la dió­ce­sis de Va­len­cia con el sé­qui­to y gru­po de fa­mi­lia­res del obis­po Hug de Llu­pià, ele­gi­do obis­po de Va­len­cia en 1397, aun­que co­men­zó real­men­te el go­bierno en la mis­ma en 1400 y tomó po­se­sión casi vein­te años más tar­de (1417-+1427). Tal vez fue­ra con oca­sión de la asis­ten­cia del obis­po Llu­pià al Con­ci­lio de Per­pi­ñán, con­vo­ca­do por Be­ne­dic­to XIII, cuan­do el pre­la­do y So­ler en­tra­ron en con­tac­to. En 1411 el Lli­bre de Me­mo­ries se re­fie­re a él como men­sa­je­ro ante el Papa. En­tre 1412 y 1425 se le do­cu­men­ta como clé­ri­go li­cen­cia­do en de­cre­tos y vi­ca­rio ge­ne­ral: “vicarius in spiritualibus et temporalibus generalis”, car­go que le fue re­vo­ca­do a él y a sus otros cua­tro vi­ca­rios el 28 de fe­bre­ro de 1425. Una car­ta de los ju­ra­dos de Va­len­cia a Ni­co­lau Co­nill de 27 de mar­zo de 1422, pu­bli­ca­da por A. Ru­bio, se­ña­la como el vi­ca­rio Gau­de­ric es el au­tén­ti­co go­ber­na­dor de la dió­ce­sis en el epis­co­pa­do de Llu­pià. Es el mo­men­to en que So­ler as­pi­ra a una ca­non­jía y los ju­ra­dos ma­ni­fies­tan su desacuer­do por no ser na­tu­ral del Reino. Un año des­pués, el 13 de oc­tu­bre de 1423, los mis­mos ju­ra­dos se que­jan al rey, ante el nom­bra­mien­to de un nue­vo ca­nó­ni­go, de que el obis­po, y en su nom­bre mi­cer Gau­de­ric de So­ler, ha con­ce­di­do be­ne­fi­cios en la dió­ce­sis, y en es­pe­cial en la Seo, a per­so­nas de fue­ra del Reino. En di­cho año era rec­tor de Car­pe­sa.

En 1432 es nom­bra­do ca­nó­ni­go, to­man­do po­se­sión el 2 de mar­zo, su­ce­dien­do a Ra­món Pi­quer, y man­te­nien­do la ca­non­jía has­ta su muer­te. Vuel­ve a ocu­par el car­go de vi­ca­rio con el epis­co­pa­do de Al­fon­so de Bor­ja, el 6 de enero de 1433, por re­nun­cia de Pere Fi­gue­ro­la. En 1441 se in­ti­tu­la­ba in de­cre­tis li­cen­cia­tus, ca­no­ni­cus et ofi­cia­lis Va­len­cie, es­cri­bía una car­ta al re­gen­te de la cura de Gan­día, a ins­tan­cia del pro­cu­ra­dor del obis­po y del ca­bil­do, para que co­mu­ni­ca­se al no­ble Ug de Car­do­na, la or­den de pa­gar en el pla­zo de diez días 70 li­bras por la dé­ci­ma del can­ya­mel co­rres­pon­dien­te a sus se­ño­ríos, bajo pena de ex­co­mu­nión. En­tre 1461 y 1463 per­ci­be de Be­ren­guer Cla­vell, pro­cu­ra­dor ge­ne­ral del car­de­nal y obis­po de Va­len­cia Ro­dri­go de Bor­ja, 20 li­bras de sa­la­rio anual. En la au­sen­cia de am­bos pre­la­dos se con­vier­te en uno de los per­so­na­jes con más po­der en la dió­ce­sis. Al igual que los obis­pos y los otros vi­ca­rios ge­ne­ra­les, cuen­ta con sus pro­pios fa­mi­lia­res, en­tre ellos do­cu­men­ta­mos a los pres­bí­te­ros An­to­ni Jo­fré y An­to­ni Micó. En 1461 y 1463 per­ci­be de Be­ren­guer Cla­vell, pro­cu­ra­dor ge­ne­ral de Ro­dri­go de Bor­ja, car­de­nal obis­po de Va­len­cia, 20 li­bras de sa­la­rios anual.

En la ca­te­dral, y solo en el año 1455, ocu­pa los car­gos de te­so­re­ro de las an­na­tas, cus­to­dio de las lla­ves del cuer­po de san Luis y cus­to­dio de las lla­ves de la Cus­to­dia Nue­va. Ya an­tes de 1430, an­tes de ser ca­nó­ni­go, era be­ne­fi­cia­do de la Seo. En 1447 pre­di­có en un acto de que­ma de Bi­blias fal­sas, se­gún re­la­ta el Die­ta­ri del ca­pe­llà d’Al­fons el Mag­nà­nim. Esta mis­ma fuen­te y una de las lle­tres mi­si­ves dada a co­no­cer por A. Ru­bio de 31 de mayo de 1456, re­la­tan, en un mo­men­to de ten­sión en­tre el go­ber­na­dor Co­re­lla y el jus­ti­cia cri­mi­nal, y en­tre la ju­ris­dic­ción real y la ecle­siás­ti­ca, que hizo te­ner que exi­liar­se a al­gu­nos de los vi­ca­rios ge­ne­ra­les, como Co­re­lla en­tró en casa de So­ler, don­de se ha­bía re­fu­gia­do Joan Bal­do­mar, acu­sa­do de robo, lo tiró por la ven­ta­na y lo ahor­có.

Como en otros ca­sos, So­ler tra­jo una par­te de su fa­mi­lia a Va­len­cia: a su so­brino Joan So­ler, mer­ca­der, ca­sa­do con Ca­te­ri­na, a la que nom­bra tam­bién eje­cu­to­ra tes­ta­men­ta­ria como agra­de­ci­mien­to por ha­ber­le cui­da­do, y el hijo de am­bos: Joha­not, a quien nom­bra su he­re­de­ro, to­dos los cua­les vi­ven en su pro­pia casa.

En su tes­ta­men­to con­tras­ta el de­seo de ser en­te­rra­do en el “sol pla” de la casa ca­pi­tu­lar, con la so­lem­ni­dad de sus exe­quias: con ves­ti­du­ras sa­cer­do­ta­les, mor­ta­ja y há­bi­to, su cuer­po debe ser lle­va­do a la ca­te­dral y pues­to de­lan­te del al­tar ma­yor, como le co­rres­pon­de a su dig­ni­dad; deja la ta­cha de su ca­non­jía para la Cus­to­dia de la Seo, “per obs de reliquies e joyes a aquella”. Su me­ce­naz­go so­bre la ca­te­dral se mues­tra ya cuan­do, el 27 de fe­bre­ro de 1438, en­car­ga­ba a Mar­tí Lo­bet, maes­tro de obras de la ca­te­dral, dos án­ge­les para la re­pre­sen­ta­ción de la Asun­ción de la Vir­gen.

Su bi­blio­te­ca era ma­yo­ri­ta­ria­men­te ju­rí­di­ca. De la mis­ma no solo sa­be­mos su con­te­ni­do por el in­ven­ta­rio post mor­tem, sino tam­bién por­que en 1424 de­ja­ba al tam­bién doc­tor en de­cre­tos Simó Sal­va­dor, ar­ce­diano ma­yor, seis obras, to­das ellas de De­re­cho: “Decretum, Decretals, lo Sisé, Clementines, Innocencium i lo Rosari en dos volums”.

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