«Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de una cama, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz»(Lc 8,16)

El 24 de noviembre de 2020 fallecía en su residencia de Huesca a la edad de 104 años Mons. Damián Iguacen Borau (Fuencalderas, Zaragoza, 1916-Huesca, 2020).

Era el obispo más anciano de España y de toda la Iglesia Católica. Ordenado sacerdote en Huesca en 1941, fue preconizado obispo de Barbastro en 1970.

Cuatro años después, el 23 de septiembre de 1974, era nombrado obispo de la diócesis de Teruel-Albarracín, y ya en 1984 ocupó el episcopado de La Laguna, diócesis de Tenerife, hasta su renuncia por edad en 1991.

Desde el Archivo-Biblioteca de la Catedral de Valencia queremos rendir homenaje a través de sus sabias palabras y acciones como presidente de la Comisión Episcopal de Patrimonio Cultural de la Conferencia Episcopal Española entre 1984 y 1993.

Publicó diversos trabajos sobre el patrimonio histórico, entre ellos:

• El patrimonio cultural de la Iglesia en España, Madrid: cuadernos BAC, 1982.
• La Iglesia y su Patrimonio Cultural, Madrid: Edice, 1984.
• Diccionario del patrimonio cultural de la iglesia, Madrid: ed. Encuentro, 1991.

La Asociación de Archiveros de la Iglesia en España, fundada en 1971 y con reglamento interno de los archivos eclesiásticos aprobado por la Conferencia Episcopal en 1976, le hizo un merecido homenaje en 2015 en la catedral de Huesca, con ocasión del congreso celebrado en Zaragoza.

Durante su mandato se publicó la Guía de Archivos y Bibliotecas de la Iglesia en España (1985).

El obispo infatigable, como le llamó un reportaje de la Revista 4 esquinas de Huesca (2002) hizo mucho por el patrimonio y defendió la apertura de los Archivos, Bibliotecas y Museos de la Iglesia al servicio de la investigación, de la Historia, de la Cultura y de la sociedad, en definitiva de la Evangelización.

El texto que reproducimos es prueba de ello.

«Son memoria de la historia del cristianismo, de la Iglesia, cuyo conocimiento y difusión es básico para evangelizar, es clave para una auténtica apologética y defensa de la Verdad de la Iglesia. Por eso, el tener bien catalogados nuestros archivos catedralicios, mantenerlos con sumo cuidado, tener lugares bien adecuados para su estudio, abrir sus puertas para los investigadores, es algo de un grandísimo alcance, como gracias a Dios, viene haciéndose en nuestra catedral. Nuestros archivos deberían ser ejemplares, de este modo serían un signo de preocupación de la Iglesia por mantener el patrimonio y la memoria de nuestra historia, su preocupación por la verdad; y esto evangeliza.

«El contacto y trato con los mismos investigadores, la ayuda a ellos, la relación amable y servicial para con ellos, como viene haciéndose, constituye también un testimonio, además de ser una de las manifestaciones de las buenas relaciones que la Iglesia ha tenido siempre con los hombres de la cultura y de la investigación.»

La misma catedral podría tener iniciativas de seminarios de investigación sobre temas de sus archivos, promover estudios y publicaciones sobre su documentación, dar a conocer lo que en esos archivos se custodia, etc., son campos y cauces para dar a conocer y poder avivar nuestras raíces. En este terreno hay mucho que hacer, y es posible hacerlo; tendría un gran valor por la misma Iglesia de nuestros días…

…Sería útil y provechoso elaborar todos los años un programa de actividades relacionadas con la cultura auspiciadas por la Catedral, entre las que se pueden contar, a modo de sugerencia y ejemplo, las ya mencionadas visitas guiadas, exposiciones monográficas, publicaciones, tanto periódicas como monográficas, conciertos de música sacra y litúrgica – especialmente con composiciones del propio archivo musical-…»